Por Dominique Strauss-Kahn Director Gerente del Fondo Monetario Internacional
En los últimos años, América Latina ha disfrutado de un tremendo dinamismo económico y un aumento de la calidad de vida de su población. Pero ahora, frente a nuevos retos, la pregunta que debe plantearse es: ¿cuál es la mejor manera de mantener este progreso?
En mi viaje por la región esta semana, durante el cual visitaré Panamá, Uruguay y Brasil, espero intercambiar puntos de vista con autoridades oficiales, parlamentarios, y estudiantes universitarios sobre los principales retos que sus países enfrentan en estos momentos. Permítanme mencionar tres temas que me gustaría abordar durante mi viaje.
En primer lugar, en momentos en que la región disfruta de una época de “vacas gordas” ¿debemos preocuparnos de que esto sea demasiado bueno?
Las economías de América Latina están creciendo rápidamente, impulsadas por las condiciones favorables de financiamiento externo y los precios elevados de las materias primas. Pero están surgiendo señales de recalentamiento que podrían resultar preocupantes: el aumento de la inflación, el rápido crecimiento del crédito y el auge de los mercados de valores.
Todos sabemos cómo puede terminar esta historia si los responsables de formular las políticas públicas no actúan lo suficientemente pronto para impedir que el auge se transforme en caída. Por esta razón, quizás el principal reto a corto plazo que hoy afrontan dichos responsables es orientar a las economías regionales hacia un aterrizaje suave.
El retiro del estímulo macroeconómico adoptado durante la crisis deba ser, probablemente, el primer paso que dar, y ya algunos países lo están haciendo. Los países podrían empezar por adoptar una política fiscal más rigurosa para aumentar los tipos de interés. En otros casos sin embargo, el incremento de presión inflacionaria demanda acciones tanto en la política fiscal como monetaria. La flexibilidad en el tipo de cambio también es importante. En el actual contexto, la apreciación de la moneda puede contribuir a atenuar las entradas de capitales, ya que hace que los inversionistas extranjeros piensen mejor sobre futuros riesgos cambiarios. Asimismo, para salvaguardar la estabilidad financiera se requiere de medidas prudenciales más rigurosas. Finalmente, si bien el control de flujos de capital puede ser una medida temporal en algunos casos, ésta no debe ser considerada como sustituto de medidas macroeconómicas o prudenciales.
En segundo lugar, ¿están preparadas las economías regionales para enfrentar las épocas de vacas flacas?
En momentos en que la crisis financiera mundial recién se desvanece de nuestra memoria, puede parecer prematuro pensar en posibles shocks futuros. Pero la economía mundial aún es vulnerable a ciertos riesgos y siempre es bueno estar preparados para posibles cambios en el contexto económico. La experiencia de América Latina en la última crisis, que la capeó mucho mejor que casi todas las demás, demuestra las ventajas de establecer mecanismos amortiguadores y reducir la exposición al riesgo en épocas de bonanza. En la última década, diversos países de la región fortalecieron sus marcos de política económica, redujeron su deuda pública, aumentaron sus reservas de divisas, permitieron una mayor flexibilidad cambiaria y mejoraron los mecanismos de supervisión y regulación financiera. Todos estos elementos contribuyeron al éxito de la región.
¿Y qué hay del camino por delante? Permítanme mencionar dos áreas en las que los países de América Latina y, ciertamente, los países de todo el mundo, harían bien en concentrar sus esfuerzos.
Para empezar, está el aspecto del espacio fiscal. Una de las principales enseñanzas obtenidas de la crisis financiera mundial es que las economías cuyas finanzas públicas son más robustas presentaban un mayor “espacio fiscal” para contrarrestar el efecto de la crisis y proteger a los más vulnerables. De cara al futuro, los países deberían recomponer el espacio fiscal perdido, y de hecho, ir más allá, cuando sea necesario, para disminuir sus deudas a niveles que sean seguros. Panamá es uno de los países en América Latina que ya está yendo en esta dirección.
En segundo término se presenta el tema de la estabilidad financiera. También gracias a la crisis, aprendimos de la velocidad con que algunos problemas financieros aparentemente aislados pueden llegar a extenderse por todo el sistema financiero, afectar a todos los sectores de la economía y propagarse cruzando las fronteras nacionales. Necesitamos mejores instrumentos para vigilar los riesgos, tanto dentro de las instituciones como entre ellas. Los organismos de regulación y supervisión deben estar facultados para adoptar medidas preventivas tempranas. Aquí en América Latina varios países —incluido Brasil— están ya fortaleciendo sus regulaciones financieras macroprudenciales.
Por último, ¿cuál es la mejor forma de compartir estas épocas de vacas gordas con todos los sectores de la sociedad y las generaciones futuras?
La región ha sufrido una transformación espectacular en la última década, que ha generado que decenas de millones de ciudadanos salgan de la pobreza. En Uruguay, por ejemplo, la tasa de pobreza se ha reducido notablemente en 10 puntos desde el 2004. Actualmente, el reto para la región radica en emprender una segunda etapa de transformación regional que produzca las reformas necesarias para sustentar un vigoroso crecimiento que beneficie a las generaciones venideras y permitir que los frutos del crecimiento puedan ser compartidos por toda la población.
Es indudable que las reformas que impulsan el crecimiento de la productividad, como la revitalización de la infraestructura y las mejoras en la educación y la capacitación, resultan fundamentales. La mejora del clima empresarial y el fortalecimiento de la gobernabilidad también son elementos importantes de una estrategia que favorezca el crecimiento.
Pero el crecimiento por sí mismo no es suficiente. Hay una profunda desigualdad en la región, con cerca de la tercera parte de su población viviendo aún en pobreza. Los líderes de toda la región están altamente comprometidos a luchar contra este mal. La mayor eficacia de la red de protección social es una parte importante de la estrategia. En este sentido, los innovadores programas de transferencias condicionadas de dinero —como por ejemplo el programa bolsa familia en Brasil— están jugando un papel muy importante y de hecho están siendo emulados alrededor del mundo. Otras prioridades como el aumento del gasto social y la mejora de la calidad de prestación de los servicios, tanto en educación, salud y infraestructura pública, son también prioridades fundamentales
En resumen, América Latina ha recorrido un largo camino durante la última década. Pero la transformación de la región aún no ha concluido. Los líderes de toda la región deben capitalizar al máximo las actuales condiciones favorables, haciendo que la transformación de sus países vaya un paso más allá, y así asegurar que los beneficios del crecimiento sean compartidos ampliamente en sus sociedades.
América Latina: Cómo convertir lo bueno de hoy en lo mejor para mañana
miércoles, 2 de marzo de 2011
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