Argentina
El Instituto de Investigaciones Científicas y Técnicas para la Defensa (CITEDEF), dependiente del Ministerio de Defensa, cuenta con un nutrido programa de desarrollos científicos que van desde laboratorios de rayos láser (que miden el aumento del agujero de la capa de ozono, y gases tóxicos del ambiente), el diseño de turbinas para generar energía eólica y pilas de hidrógeno, hasta un serio y riguroso programa de cohetería.
En sus 19 hectáreas, ubicadas en la localidad bonaerense de Villa Martelli, el CITEDEF cuenta con amplias instalaciones dedicadas a laboratorios, talleres, campos de ensayos y oficinas, donde sus 636 personas (entre profesionales del Conicet, ingenieros de las tres Fuerzas y personal administrativo) desarrollan sus actividades.
El presidente del CITEDEF, Eduardo Fabre, sostuvo que a partir del año 2005 se produjo “un punto de inflexión” en las políticas de Defensa. Las FFAA que hasta ese momento venían siendo “marginadas política y presupuestariamente” de la sociedad argentina, a partir de esa fecha –señala Fabre- tuvieron un cambio “muy importante”, bajo la concepción de que las FFAA debían ser “integradas al proyecto nacional, el Ministerio de Defensa comenzó a disponer de un incremento del presupuesto que se le asignaba”.
“Estos incrementos presupuestarios, paulatinamente, significaron aumentos salariales y de equipamiento que empezaron a tener las FFAA”. Dentro de esta nueva perspectiva “el apoyo a los proyectos de investigación y desarrollo científico aumentó considerablemente”.
En consecuencia, se explicó que la institución cambió de nombre con el fin de reflejar más ampliamente su actual función. La denominación anterior (CITEFA) – desde su creación en 1954- “correspondía más a un centro de investigaciones específico para las FFAA, y no a un centro de investigaciones para la Defensa (CITEDEF) como es en la actualidad”, fundamentó Fabré.
En la recorrida, que se realizó ayer con medios periodísticos para que la sociedad pueda conocer la labor que realizan, los principales jefes de cada departamento fueron explicando los distintos desarrollos, algunos en fase experimental, de prueba o, aquellos que una vez obtenido el prototipo, son derivados a distintos organismos estatales o privados para su posterior producción en serie.
Por todo esto, Fabre destacó que el organismo que preside no sólo tiene como finalidad una utilidad para las FFAA, sino que “hoy existe toda una industria conexa que cada vez más requiere nuestras capacidades”.
El presidente del Instituto indicó que como consecuencia directa de la reactivación industrial de determinados sectores (entre los cuales mencionó especialmente, la recuperación por parte del Ministerio de Defensa del Astillero Tandanor, y la reactivación del astillero Storni -ex Domeq García- , y de la Fábrica de Aviones de Córdoba -FAdeA), se evidenció un incrementó en los requerimientos del Instituto. “Este complejo industrial a nosotros nos empieza a requerir cada vez mayor aporte tecnológico, al que debemos responder”, indicó Fabre.
“Uno de los temas que ya hemos asumido es la reparación del radar del rompehielos Almirante Irízar” (que está siendo refaccionando y modernizando en Tandanor), informó Fabre, y para que se entienda la importancia de estos hechos, ejemplificó la enorme diferencia que existen en los costos que se manejan en el área. “La Armada Argentina solicitó una cotización para la reparación del radar del Irízar y ésta fue de 5.5 millones de dólares, mientras que el CITEDEF lo reparará por 1.3 millones de dólares”.
Y sumó otro ejemplo: la Fuerza Aérea Argentina solicitó la recuperación de los radares TP6 -43, que estaban fuera de servicio. “Nosotros los estamos recuperando y modernizando a un costo de 12 mil dólares, cuando la cotización pasada a dicha Fuerza había sido de 270 mil dólares por radar”, observó.
Siguiendo esta línea de integración con organismos del Estado, y con la proyección de volver a fabricar aviones Pampa y Pucará, el CITEDEF aportará el desarrollo del simulador de vuelo, sin el cual una fábrica de aviones no puede funcionar, ya que no contaría con un instrumento importante que necesitan los pilotos para su entrenamiento.
A su turno, el jefe del Departamento de Química aplicada, Carlos Vázquez, destacó la seriedad y el profesionalismo con el que se está desarrollando el sistema de cohetería en el país. Explicó que, bajo el control del Ministerio de Defensa, se está trabajando en el desarrollo de cohetes y, a mediano plazo, se hará lo mismo con microsatélites, y remarcó que no son muchos los países que tienen hoy “la capacidad de trabajar” en esta disciplina “tan sensitiva”, sobre todo con los costos que se manejan.
Vázquez repasó la historia del primer vector de producción nacional fabricado en 1992, denominado Martín Pescador, y se explayó en la importancia de la ingeniería reversible o inversa, técnica que permite a ingenieros y técnicos argentinos desarmar un misil y obtener información para su reconstrucción.
En esta línea, Fabre comentó que los misiles comprados en la década del ochenta (mayoritariamente de origen europeo) a partir del desarrollo de esta ingeniería están siendo desarmados y se están recuperando “exitosamente”, situación que contribuye a que aparezcan interesados de otros países, principalmente los miembros de la Unasur.
“Después de 25 años que la Argentina no lanzaba un cohete, en diciembre de 2009, se lanzó el Gradicom PCX”, recordó Fabre, quien aprovechó para anunciar que en el transcurso de este año se harán nuevos lanzamientos, también en el Polígono de Serrezuela en la provincia de Córdoba, donde el CITEDEF tiene 3 hectáreas más.
La recorrida, en sus tramos finales, contó con la exposición de un sistema de lanzadores múltiples de cohetes SLAM CP 30 montado sobre camiones, que le permite un desplazamiento rápido. Y con una breve explicación sobre las características de la turbina eólica Ventus, con eje de giro vertical y palas helicoidal, que le permite adaptarse a ráfagas de viento de más de 150 km y a temperaturas extremas. Se pudo observar el prototipo que está instalado desde hace dos meses en la Base Marambio que la Fuerza Aérea Argentina dispone en la Antártida.